Al desnudo by Megan Hart

Al desnudo by Megan Hart

autor:Megan Hart
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Erótico, Romántico
publicado: 2009-12-31T16:00:00+00:00


Capítulo 11

—Tenías razón. Merecía la pena venir —dije, mirando por aquel enorme salón medio vacío.

Las otras veces que yo había ido al Festival del Chocolate, el recinto estaba abarrotado. En aquella ocasión, sin embargo, la gente pululaba cómodamente y probaba las cosas que se ofrecían en los cincuenta puestos que había alineados en diferentes pasillos.

Eran cosas ricas. No solo había galletas y tartas, sino dulces hechos por las diferentes pastelerías y tiendas de gourmet del pueblo, y fuentes de chocolate que burbujeaba, y en las que podías mojar pedacitos de fruta. El champán era corriente, pero estaba muy frío, y los aperitivos eran buenos.

—Para ti, solo lo mejor —dijo Alex con galantería.

Yo puse los ojos en blanco con resignación, aunque sus palabras fueron más dulces que ningún chocolate que hubiera probado en aquella feria. Él me dedicó una sonrisa y me estrechó contra sí mientras caminábamos. Los dos estábamos resplandecientes de satisfacción sexual. Yo me había arrodillado delante de él en el vestíbulo de mi apartamento y había tomado su miembro en mi boca, y le había succionado con fuerza hasta que él llegó al clímax. El chocolate no podía borrarme el recuerdo de su sabor.

Y yo no quería que me lo borrara.

Tenía a Alex por todo mi cuerpo. Su olor, su esencia, todo. Él no tenía que tocarme para que yo lo sintiera.

Nos miraron, por supuesto. Aunque Estados Unidos hubiera elegido a un presidente negro, la gente seguía fijándose en el color de la piel. No parecía que Alex se diera cuenta de ello, pero yo, aunque había vivido toda mi vida con ello, seguía notándolo.

Pasamos por delante de varias tartas decoradas para el concurso. La gente admiraba las creaciones de azúcar, pasta de almendras y fondant. La que más me gustó fue una tarta que reproducía un lago helado; el hielo estaba hecho de caramelos derretidos y la nieve de azúcar y nubes. Había diminutas figuras de fondant patinando sobre el lago. Era un diseño sencillo si se comparaba con otras tartas, pero ejecutado con maestría.

Yo avancé por el pasillo sin dejar de mirar la tarta, y como no estaba prestando atención, me choqué contra Alex y le pisé porque él se había parado de repente.

—Ay —dijo suavemente, mirando la escena que había ante él.

Yo me eché a reír y me tapé la boca rápidamente.

—Perdón.

—Debe de haber un tema —dijo él, señalando con la cabeza las tres siguientes tartas—. Pero a mí me parece que no está bien comerse un trozo de la cara de Jesucristo.

Las tres tartas eran recreaciones de la cabeza de Jesús, con su consiguiente corona de espinas y con el semblante lleno de angustia. Les habían cortado pequeños pedazos, supongo que para que los jueces del concurso pudieran probarlas.

—¿Por qué iba a querer alguien encargar una tarta así? —pregunté yo, mientras las observaba.

Alex se rio.

—¿Tal vez para una Primera Comunión?

Me estremecí.

—No, gracias.

—¿Tú la hiciste? —me preguntó, mientras dejábamos las tartas atrás e íbamos hacia el centro del salón, donde se exhibían los premios de la rifa y los objetos de la subasta.



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